domingo, 5 de diciembre de 2010

Rehenes

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, un rehén es aquella “persona retenida por alguien como garantía para obligar a un tercero a cumplir determinadas condiciones”. Persona retenida por alguien… Eso me suena. En los últimos tiempos no he dejado de sentir esa sensación de estar a merced de un tercero, de no depender de mí mismo para marcar mi camino y hacer lo que me venga en gana. Y eso me jode, para que vamos a negarlo.
Me siento rehén de los bancos, que no sólo han jugado y juegan con los (pocos) ahorros de mi vida, sino que cuando sus prácticas especuladoras, ambiciosas y sin escrúpulos para conseguir beneficios ingentes se van al garete llaman a la puerta del Estado para que, de nuevo con nuestro dinero (el que sale de nuestros impuestos) se los financie para mantener su estatus social y económico. Por eso me indigna cuando algunos bancos sacan a la luz sus cuentas de beneficios…Yo creo que el Estado debería tener, por decreto, una mayor cuota en esos beneficios, habida cuenta que, a día de hoy, es uno de los grandes inversores de la banca española. Y de esos nuevos ingresos nos beneficiaríamos todos. Pero falta valor para dar un paso así.
Me siento rehén de las grandes superpotencias que, a fin de cuentas, son las que hacen y deshacen en el mundo. El escándalo de Wikileaks ha dejado bien claro que nada escapa a los ojos del Gran Hermano norteamericano. Es vergonzoso e irritante hasta qué punto una simple Embajada es capaz de condicionar las decisiones de un país soberano. Hasta qué punto la dependencia de la superpotencia ha provocado que (casi) nadie sea capaz de rechistar. Las revelaciones publicadas por el diario El País ponen los pelos de punta: vuelos secretos de la CIA, asesinato de José Couso, el juez Garzón, las descargas por Internet, el conflicto saharaui, Sudamérica… Ahora más que nunca uno llega a ser consciente de que el mundo gira en función de lo que se marca desde Estados Unidos. Luego la panacea de las democracias occidentales es un bulo, ¿no? Al final esto se convierte en una dictadura encubierta en la que nadie se atreve a sacar los pies del tiesto. Y quienes lo hacen, véase Venezuela, Bolivia o Irán, son directamente demonizados y criminalizados hasta la saciedad… Esto me vuelve a demostrar que, como dijo Manu Chao, vivimos en una gran mentira.
Me siento rehén de mi propio Gobierno, del actual y sus predecesores. Todos. Ninguno ha tenido la valentía (por no referirme a otros atributos) de dar un golpe sobre la mesa e intentar, de verdad, buscar una solución al conflicto del pueblo saharaui. Es ignominioso lo que estamos permitiendo con nuestra actitud distante y contemplativa que sólo redimimos cada vez que algunas ONG nos piden alimentos para los campamentos de refugiados o la acogida de algún niñ@ durante el verano. Con eso, muchos se sienten satisfechos. Pero es una auténtica barbarie comprobar cómo viven los refugiados en pleno desierto del Sáhara. Cómo subsisten con fuerza y toda la dignidad del mundo en esas terribles condiciones: con pocos alimentos, sin infraestructuras básicas… pero con la cabeza bien alta.
En este capítulo es difícil que pueda ser objetivo. De hecho, no creo que haya objetividad posible ante una situación como esta. Y cuando uno visita los campamentos, menos todavía. ¿Qué intereses oscuros hay detrás de la postura apática y cobarde de los Gobiernos españoles durante estas tres décadas ante el conflicto saharaui? ¿Qué temor hay hacia el rey – dictador marroquí? ¿Cómo se puede mirar hacia otro lado cuando miles de españoles se desviven por la causa saharaui? Cuando miles de saharauis tienen todavía raíces españolas, cuando miles de españoles tienen raíces saharauis… No puedo ocultar vergüenza por la actitud de mi propio país con este tema. Vergüenza también por la respuesta de las autoridades policiales a la protesta de un grupo de simpatizantes saharauis en el propio Congreso de los Diputados. En la cámara que nos representa a Todos. Vergüenza por el escaso respeto que tenemos a nuestra propia historia, en la que también debería haber un espacio importante para esa provincia ultramarina que fue el Sáhara Español.
Me siento rehén de las grandes multinacionales, que nos inducen a utilizar unas determinadas marcas de ropa, de calzado, a que coma y beba determinados productos y no otros y que estemos perdiendo nuestras señas propias de identidad para ser más ‘modernos’ y más ‘cool’. Y lo peor no es que yo me dé cuenta de eso y lo siga haciendo, sino que las generaciones posteriores a la mía simplemente no se lo plantean y no valoran lo propio, lo autóctono, lo cercano, lo tradicional… para ser más ‘cool’. Creo que esta es una de las (muchas) asignaturas pendientes que todavía tiene nuestro sistema educativo, tanto en la escuela como en casa.
Me siento rehén también de unos medios de comunicación sectarios y parciales, que obligan a poner en cuestión todo lo que cuentan y a no creer todo (o casi nada) de lo que te cuentan. Que coartan la libertad de sus propios trabajadores y marcan una línea invisible pero infranqueable sobre lo que se puede y no se puede contar. Al final, vuelvo a repetirme, todo es mentira.
En fin… creo que me voy a tocar la guitarra un rato. Después de mucho pensarlo, es el único momento del día en el que me siento libre de verdad. Al menos por unos minutos. Aunque lo que toque (o intente tocar) no suene muy bien. Pero seguiremos intentándolo.

Buen Puente a tod@s.

PD.- Lógicamente no puedo dejar atrás un tema tan candente estos días como el de la poca vergüenza de los controladores aéreos. Para no extenderme más creo que deberíamos mirar al ejemplo que dio Ronald Reagan en 1981 a la huelga masiva de todos los controladores aéreos de Estados Unidos. De 17.500 personas, 11.000 a la calle. Sé que es muy drástico, pero no puede ser que este grupo de 200 personas sea capaz de poner en jaque a todo un país de esta forma. ¿Que han superado sus horas laborales? La mayoría de españoles trabaja más de ocho horas diarias, sin respetar turnos de descanso ni chorradas por el estilo. Y que yo sepa nadie ha muerto por ello…. ¡Qué cara más dura¡