sábado, 13 de agosto de 2011

Mercados y visitas pastorales


Arde Londres. Berlusconi tiene que claudicar y dar paso a profundas reformas para frenar la herida que amenaza con desangrar a Italia, la séptima potencia mundial. Francia ve como se pone en tela de juicio su capacidad para afrontar la deuda contraída. E incluso Estados Unidos ha visto su nota rebajada… (la que dan estas agencias a las que se teme más que a la Gestapo).

Algo se mueve. Tiempos de cambio y de reajuste. Drásticas medidas (aunque todavía no suficientes) para frenar la caída en picado de un sistema económico que no da más de sí. Que sigue exprimiendo los recursos existentes  y en el que, como dice el refrán popular: el rico siempre es más rico y el pobre, más pobre.

Yo sigo pensando que estamos en la antesala de una revolución social similar a la vivida en el mayo del 68. Los disturbios de Londres no son más que un aviso que corrobora que los pasos dados por el 15 M y sus indignados en España son sólo la punta de un iceberg que sigue saliendo a la superficie. Y en el que el transatlántico de lujo que es el sistema económico actual se está encallando. ¿No será esto un caso similar al hundimiento del ostentoso Titanic?

Pero está claro que cada uno ve lo que quiere. O lo que le interesa. El Gobierno británico sopesa la posibilidad de restringir el uso de las redes sociales para evitar la propagación de los disturbios en Londres y otras ciudades del país. Seguimos sin enterarnos de nada. No vemos más allá de la superficie. Que el problema no es que la gente provoque disturbios. Sino qué origina ese malestar y esos altercados. Caso aparte es la legión de delincuentes que aprovechan ese río revuelto para hacer botín en establecimientos o los simples gamberros que disfrutan con el destrozo gratuito. Pero ése no es el germen de este movimiento popular. Y los de arriba siguen sin enterarse.

Esta situación me recuerda a la que leí hace unos meses en la prensa tras la marcha del embajador israelí de España. Raphael Schutz dio por concluida su etapa diplomática afirmando que había sentido “el antisemitismo” entre nosotros. Otro que tal baila. Yo respeto el dolor sufrido por el pueblo judío durante la II Guerra Mundial, pero eso no puede justificar la barbarie que están cometiendo contra el pueblo palestino.

Israel se está comportando con Palestina como lo hacían los regímenes totalitarios del siglo XX. Invasión y sometimiento con el apoyo velado (o manifiesto, para qué negarlo) de una gran superpotencia (véase EEUU) y el sostén económico que conforman las grandes fortunas de ese país (los famosos ‘lobbys’), con raíces hebreas.

Eso no es antisemitismo compañero. Eso es solidaridad con el más débil y contra la injusticia que están cometiendo ustedes. Caso aparte son los cerebros rapados que hay por ahí repartidos y que creen en una raza superior. Tontos hay en todas partes. Pero si España se muestra contraria a actuaciones como el muro de la vergüenza que han construido, a los asentamientos ilegales que siguen levantando o al asalto a la flotilla humanitaria de Gaza no es cuestión de odio al judío. Sino de Humanidad. Con mayúsculas.

Esto es harina de otro costal. Pero tenía que desahogarme. 

Como decía. Los de arriba no se enteran. David Cameron dice ahora que esto es fruto de la desestructuración de la familia. Yo creo que la semilla (no el vandalismo posterior) es la respuesta ante una situación que nos lleva al borde del colapso. Salvando las distancias, es un aviso similar al que están dando ahora las farmacias en Castilla La Mancha (y que pronto darán las del resto de España, estoy seguro). El pueblo no puede seguir pagando los errores de los dirigentes ni el medio de vida que muchos han encontrado en la política. Medio de vida para ellos y para sus familiares. Porque ya estamos hartos de financiar con nuestros impuestos una serie de privilegios que recuerdan al Antiguo Régimen y a sus dos estamentos intocables.

Ahora la nobleza la representa una clase política que ha deslegitimizado el servicio en beneficio del pueblo para, en demasiadas ocasiones, hacerlo en favor propio. Afortunadamente no todos son así. Pero los privilegios transformados en sueldos vitalicios, en tarjetas VISA para gastos varios a cargo de las arcas públicas, en ‘agencias de colocación’ para cualquier puesto siguen estando a la orden del día.

Para mí, ahí radica parte del problema. Es necesario un replanteamiento del modelo de estamentos que nos gobiernan. Y por supuesto de sus ocupantes. No puede haber personas que durante décadas no se bajen de un coche oficial por el simple hecho de tener el carné de uno u otro partido político. Al final estamos creando una cultura del ‘compadreo’ que en nada beneficia al esfuerzo de muchas personas por formarse e intentar desarrollarse. Y estas generaciones, las más cualificadas de nuestra historia, ven como de poco ha servido su trabajo cuando el sistema sigue premiando al dócil con el poder. Nunca se agasajó a quien osó a ver al emperador desnudo, como en la fábula de Andersen.

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Hablaba antes de los dos estamentos privilegiados del Antiguo Régimen. Es curioso que la Iglesia sigue estando en la cúspide dos siglos después de la Revolución Francesa. Cierto es que ha perdido parte de sus privilegios, pero nadie puede negar su influencia en la vida diaria de países como el nuestro. 

Ahora tenemos la visita del Papa a Madrid para reunirse con los jóvenes de todo el mundo. Partiendo de la base del respeto a quien participa en este acto, y quien lo organiza, no puedo dejar de asombrarme ante el hecho de que los organismos públicos financien con nuestros impuestos determinados aspectos de este evento. ¿Dónde está el Estado aconfesional que pregona nuestra Constitución de 1978? Al final seguimos pagando (nunca mejor dicho) los acuerdos firmados durante la Dictadura con el Vaticano, que establecían incluso una manutención anual para el clero sacada de las arcas públicas. Imagino que si el Dalai Lama u otro líder budista, por ejemplo, elige España para reunirse con sus fieles de todo el mundo también tendríamos que ofrecerle la misma atención desde el ámbito público, no?

Personalmente veo en esta visita de Ratzinger una doble vertiente que fusiona el capítulo económico y el poder anquilosado en el pasado. En primer lugar, nadie puede ocultar el beneficio económico que supondrá la visita del Papa a Madrid para su sector servicios. Eso es una buena noticia para los malos tiempos que corren. Esperemos que los peregrinos gasten algo más de lo que les incluya la organización en sus mochilas.

Por otra parte, la organización de estos fastos me abre una ventana al futuro próximo de España. Si como todo apunta, el próximo 20 N (vaya fecha has escogido José Luis) Marianillo llega al poder (“por fin” dirá él) volveremos a ver de nuevo a muchos herederos de los tecnócratas del Opus Dei y los Legionarios de Cristo en los puestos dirigentes de nuestro Gobierno. Ya pasó en los anteriores Gobiernos de Aznar (Trillo, las hermanas Loyola y Ana de Palacio…). Yo seré (o intentaré ser) respetuoso con su trabajo siempre y cuando no vulneren este aconfesionalismo de España, aunque dudo que llegue a respetarse. 

Y la primera batalla la viviremos con la educación (otra vez la guerra por incluir a la religión como materia lectiva) y los derechos sociales conseguidos como el matrimonio (o la unión, llamadlo como os parezca) entre parejas del mismo sexo. Espero que demos pasos hacia adelante. Ya está bien de hacerlo hacia atrás.

Buen puente a tod@s

martes, 5 de julio de 2011

Desánimo


Corren duros tiempos para todos aquellos que siempre han visto la vida con una sonrisa. O también días fáciles para la melancolía, para que hagamos uso del tópico de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” y otros grandes clásicos a los que muchos se agarran para no afrontar la realidad o simplemente por apatía e inmovilismo ante una época incierta.
Porque, para qué vamos a engañarnos, la crisis lo envuelve todo con un halo de tristeza y penurria (con doble ‘r’). Todo. Ya sea cuando uno va a hacer la compra al supermercado de turno (mirando los precios más que nunca), cuando se encuentra con ‘fulanito’ y escucha sus penas porque se le acaba la ayuda al desempleo, o cuando se sienta en una terraza (quien puede permitírselo) a disfrutar de unas vacaciones que han pasado de ser días de vinos y rosas a un cúmulo de tedioso tiempo libre para pensar y no saber qué hacer. En el caso de muchos, estas vacaciones están durando más de la cuenta y sin ingresar un euro…
Para qué negarlo. La situación generalizada de España es de desánimo. Una vez superados los fastos del glorioso Mundial de Fútbol conseguido el pasado verano, y la alegría colectiva vivida, todos hemos vuelto a la normalidad y a mirar con cierto temor un futuro que se plantea, en muchos casos, tremendamente oscuro.
Los bancos no dan créditos. Los particulares no tienen dinero para gastar bien por miedo a la situación existente o bien porque sencillamente no tienen trabajo. Las administraciones están endeudadas hasta las cejas y hace tiempo que agotaron su libreta de dejar ‘fiado’ a sus proveedores. Y mientras tanto, estos proveedores totalmente asfixiados y sin pegar ojo porque literalmente no hay dinero para hacer frente a los pagos de salarios, impuestos varios, demás proveedores…
Hasta los funcionarios públicos han visto recortados sus salarios en pro del bien común. Sinceramente, hay quien se merecería que ese recorte fuese mucho mayor por su escasa o nula productividad, pero de esta pereza innata han sido víctimas también otros que bien merecían un aumento…
¿Hay quien duda que la situación no sea para estar desanimado? Si uno lee el periódico y ve cómo lo están pasando en Grecia o Portugal se echa a temblar de pensar que podamos llegar a extremos como esos. Incluso ahora nuestros vecinos de la Raya pretenden crear un impuesto sobre la ‘extra’ de Navidad. Y aquí, lógicamente, sigue latente el desánimo.
También pasó la efervescencia del movimiento 15 M. Digo bien lo de efervescencia. Dudo que en los próximos meses se lleguen a congregar tantísimas personas en todas las plazas de España para solicitar un cambio que, realmente, no está claramente definido, no tiene un decálogo, una hoja de ruta, un camino marcado para exigir (que no pedir, ya pasó el tiempo de las demandas) su cumplimiento por parte de la clase política. Dirigentes y partidos. Ese colectivo de personas que, en demasiadas ocasiones, ha hecho del servicio al pueblo un modo de vida y que, en muchos casos, les ha permitido hacer fortuna o simplemente disfrutar de una serie de privilegios que no habrían conseguido por su propia capacidad. Sin clientelismo.
Mi padre siempre suele decir que en este país “el listo vive del tonto y el tonto de su trabajo”. Ese sentimiento de desánimo, de ‘todo sigue igual’, de ‘eso es así’ (Compadre)… esa lenta agonía es la que está hundiendo a la generación más brillante de toda la historia de España. A los jóvenes mejor preparados, que están viendo cómo su futuro laboral pasa por marcharse al extranjero o acudir a la cita mensual del Inem. Mientras tanto, por ejemplo, la India se ha convertido en la teleoperadora del mundo, con un conglomerado de multinacionales presentes en este país, que espera convertirse en la tercera potencia económica en 2035. Y no menos interesante es el resurgir de Brasil, la potencia económica del Cono Sur y su crecimiento de la mano de un dirigente de marcada tendencia izquierdista como el ‘companheiro’ Lula.
¿Y qué hay de nuestro modelo económico? Y no es cuestión de acordarse exclusivamente de Zapatero y su lenta agonía de estos últimos años. Me refiero a la falta de planificación económica desde que dejamos atrás nuestro modelo agroeconómico de la Autarquía franquista para dar un salto hacia el país de los servicios y de la explotación de nuestros recursos turísticos. Eso fue en los años 60 del pasado siglo. Hace ya la friolera de 50 años.
Ese modelo ha cumplido una etapa y sus rendimientos no dan para cubrir la demanda de empleo de esos cuatro millones de personas (da miedo escribir esta cifra) que siguen sin tener un empleo. Pasó Franco, Suárez, Felipe, Aznar… y ninguno ha dado un giro hacia un modelo económico con vistas de futuro. Todo ha sido una política cortoplacista.
Todavía recuerdo cuando el presidente Chaves fue de visita a Finlandia para conocer cómo había sido el milagro del imperio Nokia y trasladar su experiencia a Andalucía… Poco veo de ese milagro finlandés en nuestra tierra. Y conste que lo digo con pena, sin acritud (que no sé qué es peor…).
La vieja Europa se está quedando atrás. Y España más todavía. Y los jóvenes de hoy día (universitarios o no) carecen de preparación para enfrentarse a este nuevo orden mundial en el que todo ha cambiado. Muy poco de lo que se enseña en la calle o en las Facultades sirve.
Ahora Alfredo P. Rubalcaba dice que tiene la fórmula para salir de esto. Suena a broma. Con el tiempo que han tenido para hacerlo efectivo… Y mientras tanto, Mariano Rajoy, futuro presidente de nuestro Gobierno nacional (este destino ‘casi’ inamovible sí que me provoca desánimo) sigue sin decir nada. A verlas venir. Sólo a contemplar la caída libre de este Gobierno que ilusionó por sus profundas y necesarias reformas sociales pero que no ha podido frenar la sangría del desempleo en un país que vio al ladrillo como a su nuevo Vellocino de Oro, al que todos adoraron y del que hoy todos reniegan.
¿Y ahora qué?
Perdonen mi pesimismo y desánimo. Pero yo esto lo veo ‘mu’ negro.

PD.- Perdón a todos los que alguna vez habéis leido este humilde blog por la tardanza en un nuevo post. Espero seguir añadiendo entradas próximamente y, sobre todo, espero que sigáis enviándome vuestros comentarios. Gracias : )