jueves, 12 de julio de 2012

Punto y aparte




Hay gestos que suelen marcar la vida de una persona. O al menos se quedan grabados de forma indeleble durante el tiempo que nos queda en este mundo. Miradas, besos, lágrimas abrazos, tortazos (generalmente merecidos), truinfos, derrotas… 

A fin de cuentas, nuestra vida es un compendio de imágenes y sensaciones que conforman, a su vez, los recuerdos de los que nos alimentamos. Y a los que muchas personas (probablemente yo soy uno de ellos) nos agarramos con relativa frecuencia en momentos complicados.

Toda ruptura es dolorosa. Sea del ámbito que sea: amorosa, amistosa o profesional. Es dolorosa incluso aunque sea cordial y fruto de una situación económica que ha arruinado los sueños de toda una generación y afectará seriamente a quienes vienen detrás. Eso sin olvidar a nuestros predecesores, cuyas exiguas pensiones ganadas durante años de duro trabajo deben estirarse hoy día para dar de comer a más y más familia.

Nueve años después vuelvo a verme envuelto en una situación tan desagradable como es el hecho de quedarse sin trabajo. En 2002 no fue por culpa directa mía. Un grupo importante de compañer@s nos vimos envueltos en un ERE en el diario en el que trabajábamos donde, con presiones y ciertas malas formas, se llegó a un acuerdo para finiquitar nuestro trabajo de años y miles de horas (muchas de ellas no pagadas ni reconocidas).

Al poco tiempo coincidí en el tiempo con una de esas personas totalmente diferentes a ti, con la que te complementas y de las que no paras de aprender día tras día. En marzo de 2003 pusimos en marcha nuestro propio proyecto. Tuvimos suerte. El auge económico de esa década dorada (y ominosa a posteriori) nos permitió crecer gracias, sobre todo, a las miles de horas de trabajo que invertimos y que quitamos a nuestras familias.

En todo este tiempo ha habido motivos para la alegría en forma de proyectos interesantes, premios y muchas personas con las que compartir nuestro trabajo. Y también otros menos agradables pero estrechamente vinculados al día a día en un proyecto empresarial, sea del tamaño que sea.

Desgraciadamente, este reordenamiento social y económico impuesto por unos pocos y que estamos pagando todos nos ha llevado al pozo del ostracismo y a la desaparición. De poco han servido los años de experiencia y servicio cuando este mercado está, literalmente, muerto.

Hoy hemos comenzado el desmantelamiento de nuestro archivo – almacén. Ya hemos llevado al contenedor de papel cajas y cajas de documentos ahora inservibles. Me han venido a la cabeza recuerdos de los primeros momentos. De las largas jornadas de trabajo. De mi inmadurez y falta de conocimiento de todo cuando comenzamos. De la difícil adaptación a una realidad totalmente distinta a la que había tenido hasta entonces. Y he comprobado cuan dura y áspera llega a ser la vida.

Aquí no vale el lamento. Hay que seguir adelante porque este mundo consumista en el que nos hemos visto involucrados aún sin querer no permite parar. Hay que hacer frente a los gastos asumidos para muchos años y a los del día a día. Y hay que seguir con la mirada al frente… aunque como le dije hace no mucho a alguien: quiero seguir remando, lo que no sé es si encontraré agua para hacerlo.

Gracias a todos quienes estáis ahí echando una mano (en la medida de lo posible). Y gracias por todo a mi compañero en este viaje empresarial tan bruscamente frenado.

PD: ¡¡No tengo fotos!! ;-)