lunes, 9 de enero de 2012

Carta abierta al amigo moroso

Estimado deudor:

Permíteme que me dirija a tí a través de este soporte bloguero tras las innumerables llamadas que he realizado a  todos los números que me distes y que conservo en la lustrosa tarjeta de visita que me entregastes el nefasto día que llamaste a mi puerta. Bueno, llamadas a esos números y a todos los que ido consiguiendo por mi cuenta una vez que ya controlastes mi número de móvil y fijo habitual y sencillamente no atendías a mis requerimientos...  A esto tenemos que unir correos electrónicos, mensajes dejados a tu secretaria/demás trabajadores para que tuvieses el simple detalle de devolver la llamada. Pero nada. Que no ha habido forma.

¿Quién me iba a decir a mí que tus constantes loas a nuestro trabajo y buenas referencias que tenías y con las que me adulastes al principio se iban a tornar en un calvario como éste? Qué iluso fui al confiar en tu palabra y en el simple hecho de querer sacar adelante un proyecto con el que tú has quedado 'de dulce' ante tus clientes / vecinos / jefes mientras que yo sigo esperando el abono legítimo del trabajo realizado.

Pero no puede ser.

- ¿Eso está todavía pendiente? Debe ser un error de la niña de Administración... (pobre muchacha, todas las culpas a ella)

- Yo eso te lo he pagado seguro. Mira bien porque yo dí la orden... (ya, ya, pero aquí no ha llegado nada...)

- De esas cosas yo no sé ná. Eso lo lleva mi mujer... (¡balones fuera!)

- Pásate cuando quieras y lo liquidamos... (Pero si estoy harto de ir a verte y no estás nunca¡¡¡¡)

- Lo sé, lo sé... En cuanto junte algo de dinero te voy liquidando... (y mientras tanto ves como su nivel de vida - aparentemente- no cae)

- Este mes ya no puede ser... ha venido 'tal' y le he pagado a él... (¿seguro?)

En fin. Que mi catálogo de excusas absurdas e inverosímiles sigue creciendo y mi deuda sigue ahí pendiente. Deuda que, lógicamente, yo he tenido que liquidar con mi proveedor, por lo que ya no sólo soy tu acreedor, sino que me he convertido en patrocinador oficial de tal o cual actividad/evento/publicación... Mira tú por donde que ya estoy a los niveles de El Corte Inglés, Endesa o Repsol...

Y así día tras día. Cuando tengo la suerte (por llamarlo de alguna forma) de encontrarme contigo en un acto público o en la calle no sé si sonreirte o simplemente cogerte por las solapas y zarandearte para decirte claramente: 

- ¡Qué pasa! ¿Sabes quién soy, verdad? No, pues con tu actitud e ineptitud estás jugando con el pan de mi familia y, sinceramente, eso no se lo permito a tí ni a nadie¡¡¡

Pero antes de que saque mis manos de los bolsillos tú vuelves con la retahíla de excusas (ver más arriba, siguen siendo las mismas siempre o derivadas de esta raíz inicial) y me vuelves a pedir más tiempo... Tiempo. Más tiempo. El tiempo a mí me asfixia. Yo puedo esperar, pero sería interesante escuchar esas peticiones en el despacho de Emilio Botín. Probablemente las carcajadas se oirían en todo el edificio.

Y así seguimos. Tú cambias de proveedor y vas dejando más ronchas por doquier. O si no, el dinero que llega de la subvención tal para cubrir mi deuda te lo gastas en otra partida diferente para tapar otro agujero pendiente. Al final es una estafa piramidal. Y estás cogido por las pelotas sin poder hacer nada más que esperar. 

Pos nada. Seguiremos esperando. Como le dijo el perro al hueso: "Tú, duro. Yo, tiempo". Pero no olvides que tu ineptitud y falta de escrúpulos te ha convertido para mí en un auténtico ladrón. Ladrón de ilusiones. Ladrón del bienestar de mi familia. Y ladrón de un trabajo realizado con esmero y dedicación que no merecías.

Seguiremos en contacto. Al menos hasta que la liquidación de la deuda nos separe (para siempre).

Siempre cordial (por obligación),

Tu acreedor.


1 comentario:

  1. Pedazo de artículo Manuel, a mi me pasó lo mismo con un alto Hotel de Aracena. Saludos.

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